Hay en Inés Nigro un acopio de historias y pases , que concluyen plasmándose con magia en sus pinturas. La acrobacia, la danza, la cerámica y la fotografía terminan integrándose en la pintura con audacia.
Su pasaje por dos grandes maestros de la pintura y de las formas la autorizan a trabajar con una inmensa libertad, para apostar por los colores y ondular como si dibujara pasos de baile o rondas y juegos que producen una intensa alegría y una intimidad compartida.
Su obra tiene un gran movimiento, como si usara los pinceles para danzar. Inés nos propone jugar con ella y establece una complicidad en las que nos permite jugar con ella. La alegría de sus obras no le impide renovar la seriedad, su obra siempre está en serie, y nos evoca a Miró, a Kandinsky, por lo que se abre a jugar con una paleta de colores casi infinita. Podría afirmar, que su nobleza consiste en permitirnos entrar en su libertad, hacernos más libres a nosotros, por lo que festejo con gratitud su entrada al mundo del arte.
Diana Chorne
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